Ficha Técnica
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Nombre completo: Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey LiniersUbicación: Av. M. Solares entre R.Sáenz Peña al norte y J. Nieto, Ciudad de Alta Gracia - Provincia de Córdoba
Fecha de construcción: 1643 - 1767
Autor: Juan Krauss, J.B.Primoli y Andrea Blanqui (Bianchi)
Protección: Patrimonio Cultural de la Humanidad, UNESCO (2000), Monumento Histórico Nacional, Decreto 90.732/1941
Historia
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La estancia tiene su origen en la entrega de tierras a Juan Nieto, cofundador de la ciudad de Córdoba, en 1588. Años más tarde, Doña Estefanía de Castañeda, viuda y heredera de Nieto, se casó con Alonso Nieto de Herrera, quien bautizó la propiedad como Alta Gracia, en honor a la virgen de su pueblo natal en España. En 1643, Don Alonso, viudo por segunda vez, ingresó a la Compañía de Jesús, a quien donó todos sus bienes.
Los jesuitas crearon un establecimiento agrícola, ganadero e industrial que tuvo como objetivo el sostén del Colegio Máximo –que luego se convirtió en la primera universidad del territorio argentino–, y llegó a ser uno de los centros rurales más prósperos de la compañía cordobesa.
La estancia cubría una gran superficie y tenía ocho puestos en las sierras: San Ignacio, Santiago, San Antonio, Potrero, Achala, San Miguel, Potrerillo y el Puestito de Guzmán.
La estancia estaba compuesta por la residencia de los jesuitas, actual museo; la iglesia; el obraje, donde se realizaban las actividades industriales; la ranchería, vivienda de los negros esclavos; el tajamar, un dique de 80 m de largo, que permitía el funcionamiento de dos molinos harineros; un batán (máquina impulsada por agua que servía para golpear, desengrasar los cueros y dar consistencia a los paños) y el riego de huertas y quintas; y hornos para quemar cal y cocinar tejas y ladrillos.
En el obraje funcionó una carpintería, despensas y oficinas, y se desarrolló actividad textil. En los telares se confeccionaban telas rusticas para los habitantes de la estancia.
Tres padres tenían a su cargo la administración, evangelización y enseñanza de los oficios. Aproximadamente unos 300 esclavos negros se ocupaban de las tareas principales desarrolladas en la herrería, el obraje, los molinos, las huertas y los puestos de las sierras. Los aborígenes, conchabados, recibían su pago en especias.
Cuando en 1767 el rey Carlos III puso fin al trabajo de los jesuitas en América, la estancia pasó a manos de una "Junta de Temporalidades" que administró la estancia en nombre del rey.Años más tarde la propiedad fue vendida a los Rodríguez, una aristocrática familia de Córdoba que, a pesar de sus esfuerzos, no logró mantener su actividad económica.
En 1810 la estancia fue comprada por Santiago de Liniers, quien vivió unos pocos meses en la casa.
En 1820 José Manuel Solares compró la propiedad a los hijos de Liniers y de esta manera se convirtió en el último dueño de la estancia.En 1868, por voluntad testamentaria de Solares, se delimitaron los terrenos para la creación de una villa que hoy es la ciudad de Alta Gracia, quedando la residencia en el centro de la misma. Las construcciones jesuíticas y tierras adyacentes quedaron, durante cien años, en poder de los Lozada, herederos de Solares.
En 1968 la Nación Argentina expropió la residencia dando comienzo a un intenso trabajo de investigación arqueológica y documental que permitió que, a través de las tareas de restauración que se iniciaron en 1971, la construcción se preserve fiel a su estructura original.
En 1972 se habilitaron algunas salas, y el 26 de agosto de 1977, luego de casi 10 años de arduo trabajo, el museo se inauguró oficialmente.
Detalles del edificio
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La iglesia y la residencia de los siglos XVII y XVIII, estas se sitúan alrededor de un patio claustral.
La residencia está construida en forma de "L" y en dos niveles. En la planta alta las habitaciones lindan a las galerías que repiten constantemente bóvedas de crucería y arcos de medio punto que descansan sobre robustos pilares.
La iglesia ocupa el ala sur del patio y es un ejemplo del barroco americano. Esta edificada como una sola nave y se distingue por la curvatura de los muros que bajan desde la cúpula. La redondez de esas paredes constituye una excepción dentro de las tipologías religiosas coloniales de Latinoamérica.El altar mayor tiene un retablo realizado en madera tallada y dorada a la hoja, con cuatro columnas salomónicas y coronadas por dos ángeles sentados en la cornisa superior. Orlas de yesería rodean el altar. Las puertas laterales tienen coronamiento barroco al igual que las cartelas a los lados del altar.La fachada muy elaborada, mira al este, y se presenta en tres áreas verticales. La central con su puerta de ingreso de doble hoja de madera tallada, coronada por un arco con orejones, sobre ella la importante ventana coral, ambas enmarcadas por pares de pilastras apareadas , propias del barroco italiano tardío, rematadas por un entablamiento mixtilíneo y quebrado, preludiando la presencia de la cúpula. Las áreas laterales son más bajas y se vinculan a la central por medio de las volutas superiores rematando en pináculos piramidales.Las decoraciones finales de portada de ingreso, fachada de la iglesia y coronamiento de los claustros son atribuibles al bávaro Harschl. El padre milanés José Brassinelli es, probablemente, el autor del retablo ejecutado en algún pueblo de las misiones guaraníes.
Desde el patio, una escalera da acceso a la residencia, antiguamente reservada para el hospedaje de los sacerdotes y hermanos responsables de la estancia. La casa está resuelta en dos plantas en "L" y junto con la iglesia rodea al claustro de los religiosos. Galerías de arquería definen el claustro en la planta alta.
Vista del conjunto de la estancia
Patio de honor
Tajamar
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