viernes, 5 de abril de 2013

Palacio de Aguas Corrientes



Ficha Técnica

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Nombre completo: Gran Depósito Ingeniero Guillermo Villanueva, Palacio de Aguas Corrientes
Ubicación: Av. Córdoba 1950 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Fecha de construcción: 1887-1894
Autor: Bateman, Parsons & Bateman y Olaf Petrus Boye
Protección: Monumento Histórico Nacional, Decreto 325/1987


Historia

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En la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Buenos Aires comenzó a crecer rápidamente, recibiendo sucesivas oleadas migratorias y consolidándose como puerto. El progresivo aumento de la población trajo con él los problemas del hacinamiento y la falta de preparación de los servicios públicos para abastecer a una cantidad cada vez mayor de personas.
Las epidemias comenzaron a abundar: en 1867 el cólera mató a 1500 personas, en 1869 la tifoidea mató a 500, y en 1871 aconteció la histórica epidemia de fiebre amarilla que se llevó a 14000 de las 178000 personas que vivían en Buenos Aires.
Ante los signos alarmantes del deficiente sistema de agua potable, las autoridades del recién unificado país tomaron la decisión de proveer a la capital de una red de agua corriente de avanzada, aprovechando una época de abundancia económica y de prosperidad. Siguiendo los planes del ingeniero civil inglés John Bateman de 1886, el gobierno nacional decidió que el depósito de aguas se instalaría en la zona norte de la ciudad, y se proveería a la misma de caños subterráneos, con la voluntad de que el edificio del depósito fuera un edificio fastuoso, cuyo presupuesto alcanzó los 5.531.000 de pesos fuertes.
La compañía Bateman, Parsons & Bateman estuvo a cargo del proyecto, y al poco tiempo se decidió privatizar las obras de salubridad debido a la falta de fondos del Estado.1 La compañía Samuel B. Hale y Co. se hizo cargo de los trabajos, adjudicando los trabajos de fachada exterior a Juan B. Médici, que fueron dirigidos por el ingeniero sueco Carlos Nystönner y el arquitecto noruego Olof Boye (empleados de Bateman, Parsons & Bateman). Las obras comenzaron en 1887, emplearon a 400 obreros y finalizaron en 1894, siendo inaugurado el edificio por el presidente Luis Sáenz Peña.
Sucesivamente, el depósito fue operado por Obras Sanitarias de la Nación (que ubicó allí sus oficinas hacia 1930), Aguas Argentinas y Agua y Saneamientos Argentinos (actualmente). 

Detalles del edificio

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El edificio es uno de los más exuberantes de Buenos Aires, y una muestra de la arquitectura ecléctica que encantaba a las clases altas que gobernaron la Argentina hasta 1916. El estilo puede encuadrarse dentro del impuesto en el Segundo Imperio Francés, y se destacan las piezas de cerámica policromada y los abundantes ornamentos en la fachada.
En sus tres niveles, contiene 12 tanques de agua (provistos por la firma belga Marcinelle et Coulliet según licitación de diciembre de 18861 ) con capacidad total de 72 millones de litros de agua, con un peso calculado de 135000 toneladas. Estos son sostenidos por una estructura portante de vigas, columnas y cabriadas metálicas. Las paredes son de hasta 1,80 metro de espesor, y sostienen a las 180 columnas, distanciadas seis metros entre sí. Se levantaron con ladrillos cocinados en un establecimiento que se instaló en la localidad de San Isidro. En el centro del palacio, un patio interno provee de luz y aire a los ambientes.
Sin embargo, es la fachada lo más conocido y admirado del Palacio de Aguas Corrientes. Su revestimiento fue realizado en 130 mil ladrillos esmaltados y 170 mil piezas de cerámica importados de Bélgica e Inglaterra y numerados para facilitar su colocación. Las piezas de mármol que pretendían cubrir la fachada en el proyecto original fueron reemplazadas por piezas de terracota elaboradas en las fábricas Royal Doulton & Co., de Londres, y Burmantofts Company, de Leeds. Los techos fueron realizados en pizarra verde traída de Francia.
La idea de transformar un depósito de tanques de agua en un palacio ha recibido numerosas críticas, en general en relación con la falta de necesidad de dotar a una instalación de este tipo de semejante lujo, considerándolo una exageración y un derroche. Sin embargo, era usual en esos tiempos que edificios de funciones utilitarias, como depósitos o terminales ferroviarias, fueran envueltas en exteriores de aspecto palaciego.
En su interior funcionan el Museo del Patrimonio Histórico, el Archivo de Planos Domiciliarios, y dependencias administrativas de la empresa.

Fachada



Detalle de los azulejos de la fachada



interior




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